La parábola de la Resurrección

La parábola de la Resurrección





Día de Pascua. Hoy culmina la Semana Santa con una de las celebraciones más importantes del calendario católico: la Pascua de Resurrección.


“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron la piedra removida del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor” (Lc 24,1-3).

Al amanecer del domingo, María Magdalena, María la de Santiago, Salomé y otras mujeres más llegan hasta el sepulcro con perfumes que habían preparado para ungir el cuerpo de Jesús. Grande fue su sorpresa cuando encuentran la piedra removida y en su interior a un hombre vestido con ropas deslumbrantes. Ante su temor y sorpresa, el hombre les pide que no busquen más a Jesús entre los muertos, que no tengan miedo, y que anuncien la buena nueva: Cristo ha resucitado.

Contada con ligeras variantes por los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, la Resurrección de Cristo es uno de los pasajes más estremecedores del Nuevo Testamento. Un hecho clave en el que se asienta la Iglesia Católica. San Pablo en I Corintios 15, 14, lo resume así: “Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe”.

Y es que para la Iglesia la resurrección de Cristo simboliza justamente el triunfo de esa fe sobre la muerte y el pecado. Es la promesa de la vida eterna anunciada por el Padre y encarnada en Jesús, pero es también la metáfora de una nueva vida que surge en cada uno de los creyentes por el amor a Cristo.

De ahí que la Pascua represente en el mundo cristiano la renovación de la vida, porque Jesús no resucita a una existencia similar a la que dejó al morir, sino que regresa transformado. La idea de cambio, de transformación por medio de la fe es vital para el credo cristiano.

La fiesta



La Pascua de Resurrección cristiana se celebra entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Es una fecha movible, acordada por el Concilio de Nicea (año 325), que en el hemisferio norte coincide con el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera. Por eso se cree que esta celebración está ligada a antiguos ritos asociados con la llegada del equinoccio de primavera. En la antigua Grecia, por ejemplo, se celebraba la vuelta de la hija de Deméter, diosa de la tierra, a la superficie después de su paso por las profundidades del infierno. Un retorno a la vida después de la desolación del invierno.


En el caso cristiano, la Resurrección determina otras fiestas: la Ascensión (la subida de Jesús al cielo) se conmemora cuarenta días después y el Pentecostés se oficia diez días después de la subida de Jesús al cielo.



La tradición de los huevos



Desde los primeros años del cristianismo, el huevo estuvo asociado a la Pascua de Resurrección. Se dice que esta costumbre fue heredada de los antiguos egipcios (de donde provenían muchos de los primeros cristianos), quienes en ocasiones especiales solían regalarse huevos decorados. En la Edad Media los huevos decorados eran regalos muy apreciados. No eran de gallina sino de tortuga. Esta costumbre del huevo de Pascua también se reforzó por el siguiente hecho: en el siglo IX, la Iglesia dictó una serie de prohibiciones durante la Cuaresma (cuarenta días antes de la fiesta de Pascua) como sacrificio a los cristianos para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevos. Entonces, el día de Pascua, se levantaba el “castigo” y todos se regalaban este noble alimento.

En el judaísmo el huevo de Pascua simboliza, además, el corazón duro del faraón Ramsés II, que no permitía salir al pueblo hebreo de Egipto. Otro detalle: en diversos pueblos europeos el huevo era símbolo de la fertilidad y estaba asociado a la llegada de la primavera. Como las fechas con la Pascua coincidían, la costumbre de los huevos decorados se impuso en Europa y luego viajó por el mundo con un ingrediente muy especial: el chocolate.

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